TIENE TODA LA RAZÓN
Al ser miércoles, el día de la fruta, los niños han traído las mismas debidamente preparadas y, en un momento dado, una niña se ha acercado a mi, y enseñándome un plátano envuelto en papel me dice:
- Seño, ¿me lo abres, por favor? (Muy educada, ¡sí señor!)
-Cariño, te ayudo a abrir el plátano, pero el papel lo quitas tú, que ya eres muy mayor y sabes hacerlo. (Seño fomentando la autonomía...)
- ¡Si, pero me canso!... ¡Toma ya...! ¡Si todo tenía un por que!...
El LSD es una de las sustancias químicas más potentes para cambiar el estado de ánimo. Se manufactura a partir del ácido lisérgico, que se encuentra en el cornezuelo, un hongo que crece en el centeno y otros granos.
Se produce en forma de cristales en laboratorios ilegales, principalmente en Estados Unidos. Esos cristales se convierten en líquido para distribuirlo. Es inodoro, incoloro y tiene un ligero sabor amargo.
Conocido como “ácido” y con muchos otros nombres, el LSD se vende en la calle en pequeñas tabletas (“micropuntos”), cápsulas o cuadros de gelatina (“cristal de ventana”). A veces se añade a papel absorbente, el cual entonces es dividido en cuadros pequeños decorados con diseños o personajes de caricaturas. Ocasionalmente se vende en forma líquida. Pero sin importar en qué forma esté, el LSD conduce a quien lo consume al mismo lugar: una severa desconexión de la realidad.
Los consumidores de LSD llaman “viaje” a una experiencia con LSD, que típicamente dura doce horas o más. Cuando las cosas salen mal, lo cual sucede con frecuencia, se le llama “mal viaje”; lo cual es otro nombre para un infierno viviente.